Durante la Guerra Civil, la capital de España fue uno de los frentes más disputados de toda la contienda. Tanto que las batallas se libraron casi hasta el último día. Por eso es muy común encontrar proyectiles enterrados, como ocurrió ayer en la Universidad Francisco de Vitoria. Una persona que paseaba por un encinar que forma parte del campus de Pozuelo de Alarcón encontró un proyectil de obús de 40 centímetros de largo y 10 de diámetro muy cerca del parking H del centro universitario. La llamada a los servicios de emergencias se produjo a las 11:05 de la mañana y los primeros en acudir fueron una dotación de Bomberos de la Comunidad de Madrid que se ocuparon de labores de prevención y seguridad, principalmente balizar la zona para que no se acercase nadie. También acudieron efectivos de Protección Civil y Cruz Roja, así como los Tedax de la Policía Nacional que inspeccionaron el proyectil. Sin peligro Los expertos en explosivos comprobaron que el proyectil de obús carecía de carga, por lo que no era peligroso, y procedieron a retirarlo. Los agentes explicaron que no se trataba de munición moderna por lo que sospechan que sería munición antigua de la Guerra Civil que había quedado al descubierto puesto que hubo un frente de la contienda donde se levanta el campus universitario. Sin embargo, es poco común encontrar un proyectil de la Guerra Civil sin carga explosiva, puesto que la mayor parte tienen que ser detonados para evitar el peligro que suponen. «Estaría descargado o rota la espoleta, porque si no lo habrían explosionado los Tedax», considera Antonio Morcillo, presidente del Grupo de Estudios del Frente de Madrid (Grefema), que detalla que la espoleta es la parte más peligrosa. Según Morcillo, experto en artillería de la Guerra Civil, es muy común encontrar munición de la contienda por toda la región. De hecho, prácticamente cada vez que se hace una obra en lugares emblemáticos como la Casa de Campo se encuentran muchos restos militares –ocurrió así durante la reforma de la M-30 a su paso por el Manzanares– «Cuando acabó la guerra el Ejército “peinó” las zonas “calientes” incluso con detectores de metal de la época y, de manera menos rigurosa, en otros lugares del frente», cuenta el presidente de Grefema. Después hubo otra limpieza «extraoficial» durante la posguerra puesto que, además de explosivo, los proyectiles están hechos de metal que se podía vender como chatarra. Decenas cada año Aún así, según datos de la Guardia Civil, cada año se encuentran varias decenas de restos militares de la Guerra Civil, especialmente en lugares como Quijorna, el Jarama o Brunete, protagonistas de cruentas batallas. En lugares como el parque lineal del Manzanares, el parque del Oeste, Ciudad Universitaria o la Dehesa de la Villa, donde se pueden localizar fácilmente búnkeres y viejos nidos de ametralladoras, también es común hallar cartuchos, bombas, balas o restos de metralla. «Hay una última “limpia” que es la que hacen los coleccionistas, con detectores de metal modernos», añade el presidente de Grefema, que recuerda el peligro de encontrar un proyectil que puede estallar aunque tenga más de 75 años si lo intenta desactivar un aficionado.