María Saavedra, de 60 años, ha vivido toda la vida en el centro de la capital. Recuerda cuando los vecinos de la zona se reunían en los jardines de Las Cortes bajo la sombra de los árboles o charlaban en los bancos de Callao mientras veían a la gente pasar. Ahora, cada vez que el Ayuntamiento reforma una plaza, se lleva las manos a la cabeza: «El que diseña el nuevo Madrid no piensa en los vecinos, eran plazas con vida pero aquí ya no se puede vivir. Quitan los bancos, las fuentes, las plantas y lo llenan todo de granito: parecen plazas viejas, feas, horribles…». Muchos madrileños opinan como María. Y no sólo los vecinos. Los expertos en urbanismo, arquitectura e ingeniería consultados por 20 minutos también coinciden en un aspecto fundamental: «Gallardón se está equivocando con la reforma de las plazas». El principal error que detectan es el abuso del granito y la eliminación de parterres y jardines. Las nuevas áreas peatonalizadas se han convertido en mantos grises con espacios amplios pero monótonos. «Es un material serio, aburrido, excesivamente tradicional, que da sensación de frialdad y no invita a permanecer mucho tiempo allí», apunta la decana del Colegio de Arquitectos de Madrid, Paloma Sobrini. El uso del granito obedece, sobre todo, a motivos económicos. «Es fácil de obtener en canteras próximas. No hay que repararlo con frecuencia porque es resistente. Al pulirlo queda como nuevo y no se gasta mucho en limpieza. Al final, es cuestión de dinero», explica el presidente del Colegio de Ingenieros de Caminos, Edelmiro Rúa. En el Ayuntamiento alegan que el granito siempre ha estado presente en el urbanismo madrileño. Pero los expertos creen que la frialdad de este material se podría haber mitigado añadiendo más mobiliario urbano en las plazas. «El granito es buena solución, es un material noble, pero una plaza debe tener fuentes, bancos, árboles, juegos infantiles, quioscos, terrazas… Y Gallardón no ha puesto nada de eso», critica Paco Herrera, urbanista y presidente de la Fundación para el Progreso de Madrid. «Han ido a lo sencillo. Deberían haberse exprimido los sesos para compaginar la dureza del granito con elementos que rompan la uniformidad», según el ingeniero Rúa. Aún así, en el Consistorio creen que «el mobiliario urbano es el justo, el necesario y el suficiente». «Falta de imaginación» Los arquitectos creen que la «falta de imaginación» en el diseño de las nuevas plazas tiene que ver con las prisas impuestas por el Plan E. Los ayuntamientos tenían que presentar en poco tiempo los proyectos para optar al dinero del Gobierno, por lo que «actuaron con prisas, no se debatió ni se propusieron ideas. Lo hicieron muy simple sin pensar en criterios funcionales. Una ciudad no se puede rehacer deprisa y corriendo», explica Sobrini. El resultado es una red de plazas que han perdido su papel de punto de encuentro de vecinos. «Siempre han sido lugares donde se reúne la gente del barrio, lugares amables para hacer vida social, pero lo que han hecho es la antítesis de la plaza: es imposible reunirse en un lugar vacío, ¿dónde te sientas?, ¿dónde juegan los niños?», se pregunta Herrera. Sin embargo, el urbanista reconoce que algunas reformas han sido un acierto. Es el caso de la peatonalización de Fuencarral, Montera o Callao: «Son espacios de paso, es importante que no haya obstáculos porque por allí van a transitar muchas personas». Santo Domingo y Cortes, «horrores» Cuando se les pide que señalen la reforma menos acertada del Ayuntamiento, los expertos no lo dudan: Las Cortes ocupa el primer puesto. «Es un horror absoluto», apunta el urbanista Paco Herrera. Lo peor de esta plaza es la eliminación de los jardines y la construcción de gradas peligrosas. También son muy criticadas la conocida como plaza de la Luna («Es un lugar de lumpen») y Santo Domingo («Es muy incómoda para los mayores por las escaleras»).