Crónica de la manifestación de vecinos y trabajadores de la ciudad de Madrid

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Miles de vecinos y trabajadores salimos el pasado 31 de marzo a la calle para mostrar nuestro rechazo a la política llevada a cabo por el PP en la ciudad de Madrid durante los mandatos de Alberto Ruiz Gallardón. Sin duda fue una de las manifestaciones más numerosas que se han realizado contra la política municipal, ya que consiguió agrupar a una importante representación de trabajadores municipales y a un gran número de colectivos sociales y asociaciones de vecinos que se han caracterizado por haber estado movilizados durante los últimos años contra una política especulativa, autoritaria, centralizada y corrupta, que ha estado siempre al servicio de las grandes empresas, pasando por encima de los derechos laborales y de las condiciones de vida de los barrios y de sus vecinos. Guerra de cifras aparte (hasta la policía habló de 3.000), está claro que éramos miles de personas convocados por varios colectivos vecinales, sociales y de trabajadores que compartían haber estado en lucha contra la política municipal en los últimos años. Sin grandes aparatos, sin ayuda de las llamadas grandes organizaciones, sin apenas medios de comunicación que informasen previamente de la convocatoria. Y con muy pocos medios. Apenas 5 euros que aportamos cada entidad para alquilar un camión que hiciera de escenario y comprar globos para estallarlos juntos delante del palacio que se ha hecho el alcalde con nuestro dinero. Desde la pancarta, pintada a mano por los bomberos de Madrid, pasando por la difusión, con carteles que cada entidad se editaba y con las pegatinas que cada uno se comprometió a repartir, sin cuñas publicitarias, sin grandes banderolas, tan sólo con las pancartas de cada colectivo, unas pancartas que se notaba que no eran nuevas, que habían salido otras muchas veces a la calle. El recorrido elegido era una clara presentación de intenciones, anunciando que habíamos venido a dar la cara, a que se nos viera, a ser ambiciosos. Por eso recorrimos la calle Preciados (llena otra vez de vecinos y trabajadores, como hace 35 años), la clásica marcha vecinal, y desde Sol a Cibeles, donde es imposible esconder las vergüenzas si de verdad no estás respaldado por una gran cantidad de gente. Y para terminar, el Palacio de Cibeles, el mayor símbolo de la ostentación, del despilfarro, del gasto faraónico, del desprecio a los barrios, a sus gentes, a sus trabajadores. Cortando la plaza para terminar en la misma puerta de la nueva sede del Gobierno municipal (en realidad de sólo una pequeña parte), ese palacio que dicen ser de todos los madrileños pero que ayer estaba custodiado por antidisturbios municipales enviados por Gallardón para que no entrase nadie. El escritor Isaac Rosa, que por la mañana ya nos había alegrado el día con su columna en Público, leyó el comunicado, que aunque sirvió para terminar la manifestación, realmente fue el inicio de todo. Porque el primer paso que dimos antes de convocarla fue redactar el comunicado que serviría para unificar a tantos colectivos tan diversos. Si éramos capaces de unirnos en un escrito, unirnos en el balance, unirnos en el diagnóstico, y unirnos en las alternativas, íbamos a ser capaces de hacer cualquier cosa. La actitud de la manifestación también fue muy importante. Nadie vino de fiesta, ni de celebración, estábamos reivindicando. Y si no, que se lo digan a los vecinos de la EMVS calle Berrocal (en Villaverde), cuyas viviendas van a ser subastadas en menos de quince días, que desde que salieron hasta el final estuvieron gritando, chillando, silbando,… porque cuando se va de manifestación, se va a ser escuchado, a ser visto, a llamar la atención y a intentar cambiar las cosas. Y eso es lo que pasó ayer. Siga Gallardón como alcalde, o venga otra persona a sustituirle, ha quedado demostrado que hay condiciones para plantar cara a la política desde la calle, que es posible la unión de trabajadores y vecinos, y de todos aquellos que no se conforman con que en esta ciudad continúe siendo gobernada para las grandes empresas dejando de lado a las personas y sus necesidades. El jueves 31 de marzo, las personas (vecinos y trabajadores) estábamos en la calle, y esta unidad, “que hace la fuerza” se mostró sólida, lo que alumbra un futuro esperanzador, en el que los que gobiernan tendrán que atender las demandas de los gobernados.