Pero eso es una trilería!”, advierte sin soltar el volante, y Vicente del Bosque se salta la línea continua de la carretera para llegar hasta la puerta del campo de fútbol de Los Rosales, en el barrio de Villaverde Bajo (Madrid). Su imponente Mercedes despierta los flashes y el griterío de los niños, que lo esperan ansiosos desde hace media hora. El seleccionador español visitó la Escuela de Fútbol del Racing Villaverde, uno de los clubes históricos de la capital, para jolgorio de los más de 170 niños y niñas —y de los padres, hermanos, tíos, primos, desconocidos— que allí juegan. La Escuela de Fútbol del Racing Villaverde le pidió al seleccionador que fuera su padrino en la inauguración oficial. Y hasta allí se fue Del Bosque, que visitó primero las instalaciones, uno de los pocos campos de tierra que quedan en la Comunidad de Madrid, una isla de arena en mitad del parque, fútbol humilde, de barrio, fútbol de siempre. El suyo. “Yo jugaba en el campo del Boetticher. El Madrid ponía campo allí, conozco esta zona”, dijo el director de la orquesta que se proclamó campeona del mundo en Sudáfrica. Ante la mirada embobada de los niños, Del Bosque pidió a la Junta Municipal que hiciese lo posible para convertir esa tierra en césped artificial, y cuando se dirigió a los chicos, dejó una de esas frases que describen por sí solas la personalidad del técnico. “Aunque no os lo creáis, yo estoy mucho más cerca del fútbol que practicáis vosotros en este campo de tierra que del fútbol de elite”. Los críos de la Escuela unen la imagen del técnico del bigote al éxito, sea en el Real Madrid o en la selección española, pero son tan pequeños que no saben que el seleccionador se pasó años y años en campos como en el que ellos entrenan viendo a chavales de su edad, buscando talentos y mimando el trabajo de la cantera, el que de verdad colma al salmantino. Con la estrella de campeón del mundo cosida a su historia personal de por vida, Del Bosque sigue dejando a su equipo de trabajo con la boca abierta cuando a principio de cada semana se sientan ante un café para hablar de fútbol y les habla de un cadete que despunta en Cáceres, un juvenil que se sale en Asturias o un infantil canario del que le han hablado. Ése es su fútbol. Del Bosque emplazó a los chicos a tomarse el fútbol como una diversión: “Seguramente la mayoría de vosotros no llegaréis a ser futbolistas profesionales, pero debéis aprender a ser personas, y el fútbol es un medio maravilloso para lograr eso”. Siempre con una sonrisa en la boca, solícito con las peticiones de autógrafos y fotos, el seleccionador habló a la muchachada de compañerismo, de solidaridad, de ayuda al compañero: “Y qué mejor ejemplo que la selección. Los chicos de la selección son referentes en los futbolístico, pero también podéis tomarlos como modelo de comportamiento”. De esos campos de tierra, que hoy ya son casi una reliquia porque el césped artificial es la superficie que ha cubierto los campos en los que hacen las estrellas del futuro, vieron en su día a Andrés Iniesta dar sus primeros pasos en Albacete, a Casillas hacerse heridas con sus primeras paradas, a Javi Martínez llamando la atención de agentes y técnicos en una dura tarde invernal en Huesca o a Xavi hacerser dueño de la pelota por mucho que la tierra quisiera alejar el balón de sus entonces pequeños pies. Después de sus palabras, Del Bosque se sometió a una rueda de prensa muy especial. Los niños más pequeños de la Escuela del Racing Villaverde le preguntaron, y hubo de todo. A un pequeñajo se le olvidó la pregunta y recibió a cambio la caricia cariñosa del técnico. Otro le preguntó cómo se hace un equipo campeón del mundo, otro que si Torres iría a la Eurocopa… No se mojó en nada, claro, pero sí respondió con otra sonrisa cuando Adrián le soltó: “¿Volverás a entrenar al Real Madrid?”. Ante la carjadada de las aproximadamente 300 personas que estuvieron en el acto, Del Bosque contestó: “Bueno, bueno, el futuro nunca se sabe… pero normalmente no”. Antes de la foto final y de dejar a los chavales que se fueran a casa para contar a todo el mundo que habían estado con Del Bosque, el seleccionador prometió que ayudará para que los que mandan conviertan la tierra en hierba. Él ha visto crecer a estrellas desde el barro y los campos con baches, pero sabe que los tiempos ya no son los de los balones Mikasa resistentes a la tierra y sí los de la hierba artificial. Después, con la más amplia de sus sonrisas, se hizo fotografías con todos los equipos de la Escuela, hasta 10, el acto terminó, abrochando ya la noche el cielo, con una gran foto de familia. Bastaba ver la cara de los críos para comprobar que, una vez más, Del Bosque había repartido felicidad. En los campos de tierra, en condiciones difíciles, Del Bosque también fue el número uno.