Las líneas de AVE cuentan con la suprema condición de “interés general” del que suelen gozar todas las actuaciones del Ministerio de Fomento para causar todo tipo de daños medioambientales y sociales, con un altísimo coste económico. Es el caso de la destrucción del Parque Lineal del Manzanares, un espacio protegido por su valor natural, histórico y cultural. El sacrosanto “interés general” nos somete a los vecinos de barrios como Butarque (Villaverde – Madrid) a la resignación de ver como las retroexcavadoras levantan y entierran un espacio con alto valor arqueopaleontológico, en pro de la construcción de un futuro desdoblamiento de la vía Madrid-Valencia que se ha inaugurado el pasado 18 de diciembre. Desde que en 1992 se inaugurara oficialmente la senda del AVE, con cada nuevo kilómetro, con cada nueva estación, con cada nueva inauguración los representantes políticos repiten hasta el aburrimiento una misma cantinela que sirve de excusa para justificar este supuesto “interés general”: el AVE genera empleo. Los casi 20 años construyendo a altas velocidades las costosas y agresivas líneas de AVE han situado al territorio español como el que más kilómetros de alta velocidad tiene de toda Europa, con un total de 2.665 Km. Sería de suponer que, a pesar de la crisis del sistema económico y financiero, el Estado español gozase de una salud de hierro, al menos en cuanto a generación de empleo se refiere. Sin embargo, ocupamos igualmente el primer puesto europeo en cuanto a cifras de paro, con más de 4 millones de desempleados. Así, por estas vías, hemos llegado a ser el país con más kilómetros de líneas de AVE y, a su vez, el de mayor tasa de desempleo de Europa. Dos décadas de construcción ininterrumpida de líneas de alta velocidad por toda la geografía española son más que suficientes para contrastar que este sainete que pretende asociar la construcción de grandes infraestructuras de transporte con el empleo, el progreso económico y el interés general no es más que una burda mentira. Quizá, incluso, podríamos hablar de que, gracias al modelo de concentración productiva y económica que favorecen las líneas de alta velocidad, el AVE, lejos de recorrer un trayecto por el empleo, nos conduce por la senda del paro, al permitir que las grandes empresas puedan prescindir de puestos de trabajo distribuidos por todo el Estado, concentrándolos en un sólo centro de producción, para abaratar costes y reducir plantillas. Si el AVE tiene parada en el progreso económico, quizá sea para el de unos pocos: el de quién lo planifica, el de quién lo ejecuta y el de quién, en última instancia, lo exprime para su beneficio particular. A los demás ¿dónde nos lleva el AVE?. A la vista de los resultados, lejos del interés general tiene que ser.