Equilibrios

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Tenemos demasiados indicios, confirmados desde todos los ángulos científicos, que confirman que es la actividad humana la que ha desequilibrado la situación medioambiental. Existe una gran campaña que pretende concienciar a la población de su responsabilidad, que también, en el origen de la situación y en la necesidad de su aporte participativo. Los resultados son increíblemente positivos. Todos ahorramos energía, agua y reciclamos cuanto podemos. La contribución ciudadana es ejemplar aunque sea necesario mejorar todavía. Sin embargo la contrapartida más culpable, la industrial, es la que menos aporta. La que se lo piensa, antepone sus números de balances, pide suculentas subvenciones y pospone para cualquier otro día su actividad depuradora y transformadora de los procesos productivos. ¿De qué hablamos en este caso? Es un diálogo de sordos. Con el planeta y debido a nuestra capacidad de transformación de la materia de la que estamos compuestos y que nos rodea, constituimos unidad. Desde el micro sistema que nos constituye a todas las partes de la misma, sean líquidas, minerales u orgánicas, está científicamente demostrado que se tratan de equilibrios perfectamente entrelazados entre sí y que subsisten, porque los mismos se han erigido en parte de ella desde una relación de diálogo permanente. Es decir, los equilibrios se han construido desde la presencia eterna de otros equilibrios, de su interrelación entre unos y otros, en un diálogo transformador y permanente. Es a lo que llamamos vida. Lo que industrialmente estamos haciendo, es transformar esos equilibrios en procesos inestables. Ninguno de los que realizamos es capaz por sí mismo de perdurar. Los alimentos transgénicos vuelven a su natural orgánico si quedan libres a su propia reproducción equilibrada; el material inorgánico que se extrae o usa persiste en su inutilidad pasiva, transformada pero inútil al diálogo de su procedencia; mares, ríos y gases tienden a restaurar permanentemente el equilibrio que les hace necesarios a los otros equilibrios vivos o aparentemente inertes por los cuales y entre los cuales desarrollan sus propios equilibrios. Unos y otros nos están indicando que nuestra actividad es altamente negativa para la perdurabilidad de todos los equilibrios. Si es negativa para su perdurabilidad, nuestra propia perdurabilidad como Especie está amenazada. Nuestra actividad organizada como lo está actualmente, tiene una tendencia indefectiblemente genocida y suicida. Genocida, porque primero destruirá a la parte de la Especie –muy numerosa como sabemos- más débil para enfrentarse a situaciones de transformación negativa de nuestro entorno más inmediato, el medioambiental. Ese resultado no servirá para solucionar la actual situación, sino que sólo será un respiro en el clima de destrucción autodestrucción en el cual vivimos. Las nuevas tecnologías aplicadas a la obtención de energía, por ejemplo, sólo dilatan en éste campo una solución de fondo: la restauración de los equilibrios en el planeta. Esto se debe al sistema de convivencia en el cual vivimos. Un mundo que sólo está organizado para la obtención de beneficios empresariales, lo que de suyo, está planteando un desequilibrio permanente, unidireccional en el seno de equilibrios que viven de su actividad de diálogo, de su feed back eterno, de su dialéctica multifacética, nos está indicando que lo propio es la restauración de los equilibrios transformados. El único sistema humano, que como Especie nos compete, para integrarnos con nuestro propio equilibrio al entorno de equilibrios con los cuales estamos relacionados, es el colectivo. Es decir, aquel en el cual todos formamos parte de la solución de todos los problemas que nos rodean y que surgen del diálogo eterno que mantenemos con nuestro entorno. Esa participación igualitaria y total, diaria y permanente, hace tiempo que existe como idea y se llama democracia. Democracia de verdad, sin jerarquías, organizada, sin dominios de unos sobre otros.