¿Qué tiene de democrática la participación ciudadana en Madrid?

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La participación vecinal en la vida social de los barrios no es fácil. Tener el tiempo necesario para participar esporádicamente en los actos y actividades sociales es una misión muy difícil, pero mucho más, si lo que se pretende es participar regularmente en las entidades que organizan esos actos, debido a las condiciones de vida de la mayor parte de la población. La propia situación laboral, cuando no queda más remedio que interminables jornadas de trabajo o el pluriempleo para poder llegar a fin de mes; las responsabilidades familiares, con familias que se ven obligadas a hacer frente a múltiples tareas que deberían recaer de forma mucho más activa en recursos e instituciones públicas; o la falta de medios con los que cuentan las asociaciones, son algunas de las limitaciones básicas con las que nos enfrentamos. Teniendo en cuenta esta realidad que no facilita la condición previa para el desarrollo de la participación democrática en los asuntos municipales, que es tener tiempo, el papel de la administración municipal debería ser el de facilitar al vecindario toda la información sobre aquello que les concierne y, además, fomentar todo tipo de medidas y cauces que permitan la participación activa a la mayor parte de los vecinos en todos los frentes de la actividad municipal. Sin embargo, el PP, en los 21 años que lleva al frente del Ayuntamiento de Madrid, parece empeñado en todo lo contrario. Por un lado, han creado organismos fantasmas en los que la participación que se reserva a los vecinos va desde ser meros espectadores (Consejos de Seguridad o los Consejos Territoriales), a otros que han sido un sonoro fracaso desde el día en que nacieron como las Mesas de Diálogo y Convivencia Distritales, hasta en los que las propuestas de las entidades vecinales simplemente se ignoran, como la Agenda 21 (miles de propuestas de las asociaciones de vecinos y otras entidades duermen el sueño de los justos). Respecto a las Juntas Municipales de Distrito, concebidas para descentralizar la gestión de una ciudad de 3 millones de habitantes, han sufrido los efectos de un proceso contrario de centralización reduciendo cada día más sus recursos y sus competencias. La proporción entre los recursos que maneja el Ayuntamiento central y las Juntas de Distrito es de 9 a 1. Esto tiene consecuencias muy graves tanto en la limitación del gasto social que recae en parte en ellas como en la participación vecinal que se hace inútil, pues “nada” es competencia de las Juntas. Aquellos que encabezan las Juntas Municipales, y que cobran más que el presidente del Gobierno por su doble labor de concejales y concejales presidentes de algún distrito, a pesar del vaciamiento de competencias de estos organismos, han permitido que estas estructuras sean menospreciadas por el PP, y los vecinos somos quienes pagamos las consecuencias. El colmo ha sido poner las reuniones de los Plenos de las Juntas de distrito por las mañanas. Con esa medida se limita su carácter público, impidiendo su posible asistencia a la gran mayoría de los trabajadores al único organismo municipal de carácter decisorio (aunque sea muy limitado) al que tenían acceso los vecinos a través de sus asociaciones. Esta situación de las Juntas tiene mucho que ver con la actitud nada democrática por la que ni siquiera se tienen en cuenta los votos de cada distrito para configurar su composición. En todas gobierna el PP con mayoría absoluta aunque nunca haya ganado las elecciones en algunos distritos como el nuestro. Tener verdaderos Ayuntamientos en los distritos, con su alcalde y concejales elegidos directamente por los vecinos, tal y como ocurre en la mayoría de las grandes ciudades europeas, o en cualquier ciudad o pueblo de la geografía española, es una batalla pendiente que tenemos los habitantes de Madrid si de verdad queremos empezar a democratizar la gestión municipal.